viernes, 29 de febrero de 2008

UNO DE GETAFE EN PARÍS (II)

Con mucha frecuencia, para persuadirnos a nuestro daño,
los instrumentos de las tinieblas...
nos vencen con inepcias honestas, para hacernos resbalar
hacia las consecuencias más abisales.

Banquo en Macbeth.

Los que se postulan para Amos de Calabozo mintiendo como bellacos y yo dale que te dale, a mi bola, describiendo y enumerando como si me fuera la vida en ello. Francisco Javier Hernández tiene escrito a propósito del Nobel de Literatura Claude Simon: « De ahí su desprecio de la intriga, de la lógica del relato, del suspense, sustituidos por lo que ahora se ha dado en llamar “el furor descriptivo” y que no es, en definitiva más que un intento de restitución del mundo a través de las impresiones, de las sensaciones, de los oscuros dictados de la memoria...» Bien traída la copla como coartada a mi obstinada manía...



Cuando días atrás salí por piernas de esta Barataria a mi gobierno (gánela tras muchos años de servicio como actuario de la IV Flavia, brava legión acantonada en una localidad danuviana -no logaritmica , ojo- dicha Mantissa...), sin dar noticia de la identidad del "xatafiense" al que vengo a mostrar reconocimiento, recuerdo haber quedado en lo más oscuro del desván, hincado de rodillas, escarbando como clueca en una tómbola de papelotes y objetos desclasificados. Y fue entre aquel mistifori apenas abarcable donde entre otras cosas y muchos: “¡Fuera, micho!”, encontré unos cuchillos y puntas de flecha de sílex pulimentado que mi tío M*, allá por las Catilinarias, consiguió en no se que lugar de Soria; unas castañuelas -con escenas medievales de caza talladas- a punto de la definitiva quiebra; una centena de botones pertenecientes a uniformes militares, mi padre en su mocedad los coleccionaba; un "tente bala" cosido a una Cruz de Caravaca por el oxido estragada; una navaja de afeitar en perfecto estado que fue de mi abuelo, Solingen es la marca y lleva en su estuche letrones y simbolos huecograbados. Como propio, propio, solo reconocí, entre los objetos, una muestra casi perfecta de antimonita a la que tiempo atrás puse ruedas en Japón. Era mi pretensión, seré gilipollas, hablar ahora del antimonio estibina o sesquisulfuro de antimonio, S3 Sb2, que cristaliza en el sistema rómbico, en cristales alargados y con las caras del prisma estriadas... ¡Dios, que disperso y cansino resulto a veces!

OOOooo

En fin, como el abate Evagrio aconseja contra la sugestión diabólica, pondré grillos a la imaginación, embridare los dedos nacidos con palabras que fluyen como ríos y me someteré, en definitiva, a la disciplina de los cánones - fútiles y extravagantes- de lo escueto y sentencioso. Pero antes es obligado decir que lo que en adelante corra, es fruto de las horas que aperrado eché escudriñando donde acaso no debía. A su modo entre terco y evasivo ya me lo advirtió Herr Monty: ¡Yerras, amigo!.

Advierto -tajante- que en todo lo que de provecho sigue no tengo concurso alguno. Es demasiado grande para mi. Me conformo, sépanlo ustedes, conque el aporte les depare algún conocimiento y sea semilla de "su" curiosidad hacia personajes olvidados igual de grandes. Lo cual que sigo, sin rubor y agradecido, el loable articulo de Don José Altabella titulado “URRABIETA VIERGE, gran ilustrador”, publicado por vez primera en el ejemplar VIII de “BIBLIOFILIA”, Valencia 1954.

Y he dicho "sigo", porque a fin de aligerar el texto, de adecuarlo al malhadado simplismo que los tiempos parecen exigir, he decidido editarlo tras el pase, probablemente indebido, por mi particular trefiladora. Entiéndase pues, tras esta protesta, que todo demerito que de aquí en adelante se observe... bla, bla, bla... mi impericia.

URRABIETA VIERGE

El centenario del nacimiento de Daniel Urrabieta Vierge, pasó por la actualidad española tan de puntillas, con tal sigilo, que apenas ha significado nada en la memoria del famoso ilustrador. No es tan larga la lista de dibujantes de su talla -se le ha llamado «el Gustavo Doré español»-

[...]

Urrabieta Vierge pertenece a esa estupenda teoría de artistas españoles que más han sabido universalizar el alma de nuestra Patria, precisamente por ser de los elegidos que han sabido entenderla, sentirla, plasmarla y con más rotunda precisión interpretarla [...] Y desde París, su fama irradió al mundo entero. Cervantes, que ha tenido por su «Quijote» tantos glosadores plásticos, pudo encontrar en su compatriota, como él manco, como él artista y como él, aventurero, un ilustrador excepcional [...] Y el que supo resucitar los tipos ideales de la Patria muerta, ha sentido ahora los zarpazos de la negligencia y despreocupación para su memoria, un tanto desnacionalizada ya de por sí, lo mismo que ayer, en un ayer de principios de siglo, España le volvía la espalda a la herencia de sus ricas obras, que pasaron a ser una joya de arte en Norteamérica.

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Urrabieta Vierge nació en un pueblo cercano a Madrid, en Getafe, en 1851. Es hijo del dibujante Vicente Urrabieta Ortiz, excelente grabador en boj, asíduo colaborador de la revista «El Museo Universal» y de las novelas por entregas que editan los Gaspar y Roig, muchas de las cuales estaban ilustradas por él. La madre de Daniel, Juana Vierge de la Vega, era hija de un soldado francés, que se nacionalizó en España después de la guerra de la Independencia. Al márcharse de nuestra Patria el general Hugo (Joseph Leopold - Sigisbert Hugo, Comte de Cogolludo) - padre del poeta francés Víctor - , de quien había sido asistente el soldado Vierge, éste decidió quedarse a vivir en España; se casó, y de este matrimonio nació su hija Juana, quien, más tarde, a su vez, se desposaría con el dibujante Urrabieta Ortiz.

Su hijo Daniel es un niño con tendencias artísticas precoces, alentadas y aun provocadas por el propio ambiente familiar. En su hogar se respira el arte, un arte con minúscula, un tanto menor, en que el buril del padre vence a la artesanía, y la voz de la madre llena de canciones la casa... Así, aquel niño de cuatro años es para la madre -en pleno apogeo de la ópera italiana- la ilusión de un gran cantante, a juzgar como entona cuanto oye, y para el padre, que le ve emborronar hojas con atisbos de sorprendente gracia, su hijo será pintor. El futuro del vástago se parte por gala en dos, y queda matriculado, al mismo tiempo, en el Real Conservatorio de Música y en la Escuela de San Fernando. ¿Será cantante?... ¿Será pintor?... Un día, se cansa del solfeo. La madre sufre una contrariedad. El padre, sin embargo, recibe el alegrón subconsciente de ver así posible llegar en su hijo más allá de donde él ha podido llegar.

Entre sus maestros están el retratista del Romanticismo español Federico de Madrazo y el paisajista Carlos Haes, y como compañeros de clase se encuentran Pradilla, Villegas y Martín Rico. Daniel enfila su vocación y sus gustos abriendo una brecha en el cruce de los diferentes estilos de Madrazo y Haes, el primero clásico y el segundo realista. Y copia a Velázquez y a Goya por los museos, pero pone sus lápices también al servicio de la greguería de las plazas y calles de aquel Madrid isabelino que pronto va a romper esclusas revolucionarias en Alcolea y Cádiz (Referencia a "La Gloriosa o Septembrina").

A finales de 1869, toda la familia se traslada a París. El joven Urrabieta Vierge llega allí con una noble ambición: abrirse camino en el Arte. Desde el modesto piso que ocupa con su familia en la rue Blanche, planea la difícil conquista de la capital. Es joven, voluntarioso y artista. Disciplinado en el trabajo, dibuja constantemente. Hace copias en el Louvre, pero siente la viva y palpitante atracción de la vida callejera y de las estampas urbanas, que él traslada a sus cuadernos de papel marquilla con profusión... Llena apuntes y bocetos en ejercicio laborioso, que disciplina sus lápices y su capacidad de ver. El vértigo de la vida, con sus múltiples manifestaciones coloristas, invade las retinas del joven dibujante.

Un día estalla la guerra (franco-prusiana). Los padres de Urrabieta quieren abandonar la ciudad ante el avance alemán, que amenaza el cerco de París. Daniel, no obstante, desea permanecer allí. El espectaculo del pueblo en armas (Comuna de París) le interesa. Y esos modelos de muchedumbres belicosas no los va a encontrar en ninguna parte. Y allí se queda, solo, dibujando para él mismo, acrecentando el archivo vivo, que luego constituirá el rico acervo de su estudio y desafiando todos los peligros inimaginables. Pero la suerte, muchas veces, es inseparable del peligro.

Cierta vez, en el momento en que estaba más enfrascado tomando unos croquis de la plaza de la Concordia, se le acercó un señor y se interesó por sus trabajos. Había en ellos tal vida, tal veracidad, tal realismo, que le pareció imposible que fueran sencillamente entretenimientos de un joven, no destinados a la publicidad. Charles Iriarte -famoso cronista de «Le Monde Illustré», la célebre publicación gráfica de la Francia del siglo pasado- fue el curioso a quien Daniel sorprendió con sus apuntes.

Le invitó a colaborar en la citada publicación. Y pronto entró como redactor gráfico de actualidad. Fue un precursor de los modernos reporteros de la fotografía y la televisión. Inmediatamente se hizo famoso en este quehacer inquieto, apresurado, lleno de urgencias, a la caza del suceso importante y de la realidad fugaz. Hasta entonces, los dibujantes imaginaban en las revistas la actualidad. Francia debe, pues, a España al creador de su periodismo gráfico, que, años más tarde, acreditaría entre nosotros, los españoles, don Juan Comba.

Urrabieta Vierge no regateaba esfuerzo alguno para lograr aquellas sorprendentes escenas, muchas de ellas arrancadas entre el fragor de las balas. Tanto, que se ha repetido muchas veces la anécdota de su detención por una patrulla de voluntarios de la Commune, que le tomaron por un espía. Los revolucionarios detienen e nuestro compatriota, a la vez que le imprecan:

-Espion a la solde de Versailles!

Urrabieta Vierge, creyendo que sus aprehensores le conocerían por su firma periodística, repetía, sincerándose, en una extraña mezcla de acento español, prosodia castellana y francés muy mal aprendido todavía:

- Ze souis Vierge... Ze vous dis que ze souis Vierge...

Pero los comunistas no atendían a razones. Es más. El equívoco entre su apellido y su significación en francés (verge = verga), aun complicaba más las cosas. Ellos, sin hacer caso de sus protesta, le decían:

- Ça nous est égal que tu sois vierge; la question n'est pas là. Tu t'expliqueras a la Prefécture de police.

Y allí dio con sus huesos, hasta que sus compañeros de «Le Monde Illustré» fueron a rescatarle.

Esta anécdota no le hizo retraerse de su carácter audaz. Y así, siguió dibujando el peligro y plasmando el riesgo en centenares de escenas: la revolución, el cerco, la entrada del ejército invasor, las negociaciones... Al llegar la paz, su nombre destacaba entre los más famosos de Francia.

Y esa misma paz serena su labor dejándole abierto el espíritu a más altas ambiciones artísticas. Y salta de la anécdota a la categoría. Sus dibujos toman vuelos más altos. Pintores famosos y literatos de renombre se interesan por este «observador visionario, descendiente de Velázquez, metido a periodista», como le calificara con oportuno juicio Gustavo Geffroy.

Victor Hugo, el genio a quien el abuelo de Urrabieta, siendo ordenanza, acompañara en sus paseos infantiles madrileños, tenía a la sazón, para el nieto, frases de elogio. «Me habéis conmovido muchas veces con vuestros dibujos», le dijo. Y tras la amistad, vinieron los encargos. Ilustró una edición de lujo de «L'Anné Terrible». Ante la obra de nuestro compatriota, todos coincidieron en afirmar que a Gustavo Doré le había salido un serio competidor.

Goncourt escribía: «Vierge, el único ilustrador de la hora presente...» Y el sesudo «Le Temps», por su parte, remachaba en un comentario: «Es Durero que resucita...»

Dibuja, pinta, decora, ilustra, ama, viva y triunfa. Gana mucho dinero, trabaja intensamente y vive bien. Victor Hugo le encarga nuevas ilustraciones, para «L'homme qui rit», «Les travailleurs de la mer» y «Quatre-vingttreize». Michelet le ofrece su «Historia de Francia y de la Revolución», para que la ilustre con su lápiz genial [...] Un día, sugiere a un editor francés traducir una edición de «El gran tacaño», de Quevedo, que él ilustra con acierto extraordinario. La obra, titulada «Don Pablo de Segovia», en la versión francesa, le brinda la oportunidad de volver a España, para entrar en contacto vivo con sus paisajes, sus rincones, sus lugares y sus recuerdos... Su ilustración se hizo tan célebre, que un editor inglés preparó una edición con sus dibujos. Y pensó en él para que realizara una colosal ilustración de «Don Quijote de la Mancha». Así, realizó, con este proposito, su segundo viaje a España, para recorrer, emocionado y artista, la ruta de la creación cervantina. Peregrino del arte por los caminos manchegos, llenó sus carpetas de apuntes, bocetos y diseños... Y al cansancio físico de las largas caminatas, él oponía la resistencia de sus grandes esperanzas en lograr una adecuada réplica a la fantasía improvisada y alegre de Gustavo Doré.

Pero un día de 1887... La jornada del gran homenaje nacional que Francia tributó a Victor Hugo, tuvo a Urrabieta totalmente emocionado, en vibrante inquietud de trabajo, tomando apuntes del extraordinario acontecimiento para su información gráfica en «Le Monde Illustre». De madrugada se puso a trabajar. Rendido, se acostó y durmió unas horas. Al despertar notó que su gran máquina humana se paralizaba... Había sentido los zarpazos de una hemiplejía que le paralizaba medio cuerpo, le hacía perder el habla, la memoria y el movimiento de su mano derecha.

¿Qué iba a pasar?... ¿La muerte lenta?... ¿El eclipse de una fama?....

CONTINUARA.

Don Gaiferos (el "don" es imprescindible)


2 comentarios:

Hatred Banner dijo...

Vaya, parece que a mi tampoco me tienen en muy buena estima los comentarios. Ayer te escribí uno, espero te haya llegado al mail porque no pienso ejercitar mi memoria.

MadHatter

John dijo...

Good post….thanks for sharing.. very useful for me i will bookmark this for my future needed. thanks for a great source.

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